Según la Asociación Americana de Psiquiatría (2000), un trauma es:
“Cualquier acontecimiento experimentado o percibido por una persona que:
Imágenes, pensamientos o emociones relativas al evento traumático. La persona las vive de forma recurrente, involuntaria e intrusiva.
Sueños angustiosos en los que el contenido está relacionado con el suceso traumático, o bien las emociones o sensaciones que percibe en el sueño.
La disociación es un estado alterado de la conciencia. Pueden aparecer síntomas en las que la persona siente o actúa como si se repitiera el evento traumático, perdiendo el contacto con la realidad, el presente. “Aunque está aquí presente, su mente está en otro sitio”.
Esto sucede principalmente cuando se exponen a factores internos (recuerdos, pensamientos…) o externos (ven objetos, personas, situaciones…) que simbolizan o se parecen a un aspecto del suceso traumático.
Se evita todo aquello que está relacionado con “lo que me pasó”.
Evitación o esfuerzos titánicos para evitar recuerdos , pensamientos o sentimientos angustiosos, recordatorios externos (personas, fotos, lugares, conversaciones, actividades, objetos, situaciones) que despierten recuerdos , pensamientos o sentimientos angustiosos acerca del suceso traumático.
Incapacidad de recordar aspectos importantes del suceso traumático.
Las creencias y expectativas se ven alteradas, volviéndose negativas y persistentes sobre uno mismo, los demás y el mundo (“El mundo es peligroso”, “no puedo confiar en nadie”, “nunca lo podré superar”).
Miedo, terror, enfado, culpa o vergüenza.
Además también se da una disminución en la participación de actividades agradables, así como una incapacidad persistente para experimentar emociones positivas.
Esta alteración puede manifestarse de las siguientes formas: comportamiento irritable o arrebatos de furia (con poca o ninguna provocación), comportamiento imprudente o autodestructivo, hipervigilancia, respuestas de sobresalto exageradas, problemas de concentración y alteraciones del sueño.